Desde la majestuosa Plaza Mayor de nuestra querida ciudad, les traigo el relato de un evento que ha dejado huella en los corazones de todos los presentes. El pasado domingo, día 10, nos congregamos para celebrar un momento especial: el 284 aniversario del hallazgo de la Virgen del Sufragio.
El aire se impregnaba de emoción y expectativa mientras la gente se reunía en la plaza, adornada con luces y colores. El cielo, testigo silente de tantas historias, parecía inclinarse con respeto ante la solemnidad del momento.
El concierto comenzó con una reverencia al pasado, con notas que evocaban tiempos remotos y tradiciones ancestrales. Los músicos, hábiles artesanos del sonido, nos transportaron a través del tiempo y el espacio con melodías que resonaban en los rincones más profundos de nuestra alma.
Las voces se alzaron en cánticos de devoción y gratitud, honrando a la Virgen del Sufragio con cada acorde, cada verso, como un tributo de amor y fe que trascendía las barreras del tiempo y el espacio.
Entre la multitud, se podía sentir la unidad de un pueblo que se reúne en torno a sus tradiciones, encontrando en la música y la celebración un bálsamo para el alma y un vínculo que nos une más allá de las diferencias.
Los rostros iluminados por la luz de las velas reflejaban la serenidad y la alegría de quienes se saben parte de algo más grande, de una historia que se escribe con cada nota, con cada gesto de amor y gratitud hacia la Virgen del Sufragio.
Y así, entre risas y lágrimas, entre aplausos y suspiros, el concierto llegó a su fin, dejando en nuestros corazones la certeza de que, aunque el tiempo pase y las circunstancias cambien, la fe y la devoción perdurarán por siempre en la memoria colectiva de nuestro pueblo.
Desde la Plaza Mayor, donde la historia se entrelaza con el presente, les envío mis mejores deseos y la promesa de que, mientras haya música y amor, estaremos unidos en la celebración de la vida y la esperanza. ¡Que viva la Virgen del Sufragio y que viva nuestra querida ciudad!