Un silencio electrónico recorrió las calles de Benidorm ayer, como si de un apagón zombi se tratara. Ni datáfonos, ni móviles, ni cajeros: todo el sistema digital de pagos colapsó, arrastrando a comerciantes, hosteleros y clientes a una situación límite que muchos aún no logran asimilar.

A plena luz del día, con terrazas repletas y turistas deseando gastar, los TPV dejaron de funcionar como por arte de magia negra. Las caras de incredulidad se convirtieron rápidamente en desesperación. “¡Fue como volver a los años 80, pero sin cambio en la caja!”, exclamaba María, encargada de una conocida cafetería en la Avenida del Mediterráneo. “Teníamos clientes con las consumiciones ya en la mesa, y ni podían pagar ni nosotros cobrar. Algunos se fueron y aún los estamos esperando…”

“Aquí el que no tenía billetes, no comía. Así de claro”, declaraba Antonio, dueño de un restaurante en el Rincón de Loix. “Nos dimos cuenta de lo vulnerables que somos. Dependemos al 100% de la tecnología, y cuando falla, se para todo: el negocio, los ingresos y la vida”.

Los pequeños comercios tampoco se libraron del caos. Lourdes, propietaria de una tienda de souvenirs, vio cómo se evaporaba su jornada: “El 90% de mis ventas son con tarjeta. Ayer fue como cerrar el local sin cerrar la puerta”. Algunos intentaron improvisar, aceptando Bizum —cuando funcionaba— o apuntando deudas en papel como en tiempos de posguerra.

Pero lo más grave, aseguran muchos, no fue la pérdida económica inmediata, sino la advertencia silenciosa que lanzó esta “tormenta digital”: la necesidad urgente de mantener el dinero en efectivo como una opción real y disponible.

“Nos quieren llevar a un mundo sin billetes, pero ayer se vio claro: sin efectivo, estamos vendidos”, gritaba una panadera del Casco Antiguo con una bolsa de monedas en la mano. Mientras tanto, decenas de personas hacían colas interminables en los pocos cajeros que aún emitían algún billete… cuando no se habían quedado vacíos.

El apagón, que afectó a todo el país, puso en jaque no solo a las grandes superficies, sino al corazón económico de las ciudades: el comercio local. Y si bien las autoridades aún no han dado explicaciones convincentes, la ciudadanía ya lo ha entendido: la moneda física es mucho más que nostalgia, es supervivencia.

Hoy, los comerciantes de Benidorm han vuelto a abrir sus puertas, pero con un mensaje claro en sus escaparates: “SE ACEPTA EFECTIVO. ¡Y GRACIAS A DIOS!”

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Por Francisco

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